Éstas son las últimas perlas protagonizadas por personas o grupos de relevancia social que hemos conocido recientemente. Políticos de la derecha española se dirigen a sus opositores con términos como "no conoce a su padre", o es "gallego en el sentido peyorativo del término".
Días antes, el emperador de El Escorial, que sigue destilando odio hacia quienes no piensan como él, hace la peineta -dejémonos de eufemismos-, muestra en alto el dedo corazón a jóvenes que le increpan y, sin complejos, como a él le gusta presumir, les expresa un insultante deseo para su mentalidad arcaica: "que os den por el... epílogo de la espalda".
El joven con más futuro para dirigir a la derecha conservadora es cazado ebrio por la policía después de producir un accidente mientras conducía. Una carrera truncada, ¡qué pena!
El mismo grupo de presión persigue a un juez que tantos favores les hizo para acceder al poder en los primeros años de los 90, pero ocurre que ya no les resulta útil porque tira de la manta del caso Gürtel y se atreve a remover el pasado enterrado del franquismo.
Otra elite, muy integrista ella, aplica la gregoriana máxima decimonónica "trono y altar" reconvertida a la versión cañí "patria y altar" -casi dos siglos para cambiar sólo una palabra, que no un concepto- convoca a los fieles desde los púlpitos y se moviliza algunos fines de semana contra el gobierno democrático porque reforma la obsoleta ley del aborto; no se han movido en ayuda de Haití o en favor de los parados porque para ellos tienen la fórmula infalible: basta la caridad y el amor de Dios, no la solidaridad y los derechos. La misma panda de dogmáticos se permite repartir excomuniones a diestro y siniestro perdonando al Rey -España martillo de herejes- porque su acción "es diferente" si firma la citada ley.
Y qué decir de los sainetes protagonizados por 'artistas' como el párroco de Noez (Toledo) que se queda con el dinero de la cesta y de las limosnas para hacer realidad sus fantasías sexuales y, en la época de la comunicación -lo que no aparece en los medios no existe-, aprovechar la oportunidad para disfrutar de sus diez minutos de gloria, anunciándose y contando las cualidades que le adornan porque, para ese ministerio, el tamaño sí importa.
Lo malo de todo ello es que las 'enseñanzas' que se derivan de estos casos, y otros muchos que les anteceden, están calando, se están instalando férreamente en las entrañas de la sociedad que pone en funcionamiento su propia fotosíntesis y construye una nueva realidad. Ellos lo saben y por eso lo fomentan. En ese escenario siempre serán los nuevos reyes del mambo.
En fin, si Berger y Luckmann hubieran vivido en España en estos singulares tiempos, su estudio sociológico de referencia, La construcción social de la realidad, habría tenido un laboratorio de primera mano para realizar las pruebas empíricas que su teoría necesitaba, aunque tal vez la duda acabara instalándose en sus conclusiones porque la 'Deconstrucción social' se ajustaría más a nuestra querida realidad.
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