El campeonato del mundo de fútbol que se celebra en Sudáfrica ha puesto en circulación a una figura mediática, el pulpo alemán Paul, que tiene la virtud de acertar quién ganará el partido entre Alemania y otra selección que compita con ella.
Para la final que disputarán Holanda y España el próximo domingo en Johannesburgo a partir de las 20.30 horas se le ha pedido un esfuerzo excepcional -no juega Alemania- para que pronostique el ganador y su veredicto está claro: el campeón será... ¡¡¡España!!!
Si acierta, algo que no dudamos, tendremos que hacer un homenaje a Paul, dedicarle varias calles de nuestras ciudades, colocar estatuas en su memoria en las plazas públicas...
Dicen que el pulpo tiene tres corazones y, según parece, Paul tiene todos puestos con la selección española. Sin embargo, no todos los pulpos son inocuos como Paul. Los pulpos también tienen patas, algunas muy largas, con las que rodean y aprisionan a sus presas.
Esto debe ser lo que ocurre con el pulpo Pepe de la corrupción, sí el que tiene funcionando el PP y otros partidos desde hace mucho tiempo, puesto que allá donde están gobernando, aparece Pepe con sus garras para atrapar todo lo que huele a ostra con perla. Varias son las cosechas que últimamente saturan los espacios en los medios de comunicación españoles: Gürtel, Palma Arena, caso Fabra (siempre ahí, sin solución), operación Malaya, Pretoria, caso Millet, ahora la operación Brugal en Alicante... por citar algunos recientes que tenemos en la memoria.
Pepe, este es el pulpo que debe preocupar verdaderamente a la sociedad. Algo que seguirá estando en nuestras vidas después de la final de fútbol del próximo domingo en la que, sin ninguna duda, España será la nueva campeona del mundo. Este es el pulpo que hemos de eliminar para no ser, también, la campeona del mundo de la corrupción.
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