sábado, 11 de octubre de 2008

Hombre anuncio

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El alcalde de Madrid ha anunciado la promulgación de una ordenanza que prohibirá la presencia de hombres anuncio en la capital de España.

El argumento que esgrime el señor Ruiz-Gallardón para justificar esta decisión es que con ello se pretende recuperar la dignidad de esas personas que portan el consabido cartel anunciador, y lo pasean por los espacios más céntricos y concurridos de la ciudad.

Pronto se nos ocurren varias preguntas para reflexionar sobre el tema. ¿Lo que hace el hombre anuncio es indigno? Es verdad que a raiz de la gran depresión de 1929 muchos tuvieron que buscarse la vida en Nueva York y otras ciudades norteamericanas realizando este trabajo y la sociedad hizo de ellos unos proscritos. Pero la sociedad cambia, y hoy no deja de ser un trabajo -eso sí, muy mal remunerado- que permite ganarse la vida con dignidad, sí señor, a algunas personas. Una dignidad que ya nos gustaría tuvieran muchos políticos como el señor alcalde de Madrid o altos ejecutivos de bancos y multinacionales que nos están llevando a la ruina con esta grave crisis que nos han montado.

¿Les dará trabajo digno el Ayuntamiento de Madrid a estos trabajadores que sufren de "indignidad"? Podría conseguirlo fácilmente -y no creo que esto sea más demagogia que la mostrada por el alcalde-, por ejemplo eliminando otras indignidades políticas fomentadas solamente para mayor gloria y honra de los patricios municipales -¿para qué unas Olimpiadas en Madrid?-, o de sus correligionarios promotores, grandes empresarios...

¿Por qué esta prohibición cuando a don Alberto le gusta más que a un tonto un lápiz fotografiarse con personajes y personajillos famosos que muestran publicidad por todas partes de su cuerpo? ¿Volverá a mostrarse en público como lo ha hecho, con un hombre anuncio español tan conocido y querido como Fernando Alonso? ¿Es indigno el trabajo de publicitario que realiza el campeón mundial de Fórmula 1? ¿Y el de los tenistas, futbolistas, ciclistas...? ¿Acaso no somos todos un poco hombres anuncio cuando llevamos polos de Lacoste, pantalones de Yves Saint Laurent, ropa deportiva de Adidas, camisetas de Movistar, de grupos de rock, de la asociación de lucha contra el cáncer, y hasta de lo guapo que uno es. Vamos por la calle como fantasmas anunciantes y ni siquiera cobramos por ello.

Está claro que el tema es una cuestión de clases, como ocurre con otros muchos grandes temas sociales de nuestro mundo de hoy que tanto predicaron aquellos olvidados autores del marginado pensamiento estructuralista. Por eso, a la derecha dirigente le estorban estas gentes que trabajan para salir adelante con dignidad. No les gusta el paisaje cuando lo ocupan personas que no encuentran forma humana de salir adelante. Hacen lo posible para apartarlos de los espacios urbanos que ellos transitan. ¿Acaso su presencia revuelve sus malas conciencias? La expulsión del espacio lo adornan con el lazo dorado de valores como la dignidad, la solidaridad..., pero, en el fondo, detrás sólo hay ideología rancia.

Al señor Ruiz-Gallardón se le ve el plumero. Envuelve su conservadurismo con el papel de celofán de cierta falsa progresía, que le permite vender su producto político merced a la publicidad institucional que machaca permanentemente al ciudadano. En realidad, sólo es eso: una mercancía política publicitada con medios y dinero público. ¡Un hombre anuncio! Pero ¿tan digno como los que pretende eliminar de la calle madrileña? Ahí está la duda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cierto que una persona con un cartel publicitario encima pierde gran parte de su personalidad porque, en estas circunstancias, la persona pasa a un segundo término, aparece subordinada respecto del producto que anuncia. Lo importante es la mercancía que publicita y su dignidad resulta menoscabada. Si no fuera por el paro y la necesidad veríamos con claridad que, efectivamente, la dignidad personal sufre con estas actividades.