Makila roja... y blanca

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El socialista Patxi López ha prometido esta mañana el cargo de Lehendakari (Presidente) del Gobierno vasco en la Casa de Juntas de Gernika, junto al roble símbolo de la libertad de los vascos.
Una novedosa fórmula, absolutamente laica, se ha puesto en práctica hoy, por primera vez, en la asunción del cargo del primer Lehendakari no nacionalista que accede a Ajuria Enea, tras la consecución de la autonomía para Euskadi con el Estatuto de Gernika de 1979.
Sin crucifijo ni biblia de por medio y ante un singular ejemplar del Estatuto con tapas de hierro preparado para la ocasión, estas han sido sus palabras:

«Tomo posesión

y asumo el cargo de lehendakari del Gobierno del País Vasco,

así como de la condición de representante ordinario del Estado en su territorio,

y prometo cumplir las obligaciones de mi cargo

con lealtad a la Corona,

al Estatuto de Autonomía de Gernika

y demás leyes vigentes».

A continuación, y sin salir de la sala de plenos de la Casa de Juntas, ha recibido la makila, bastón que símboliza el mando en la comunidad, del anterior Lehendakari, Juan José Ibarretxe. Un bastón que muchos ven de color rojo por lo que este color significa para los socialistas -libertad, igualdad, solidaridad, sangre, sentimientos, pasión-, pero, en este caso, ribeteado de blanco, porque este color representa la fusión de todos los colores que es lo que Patxi López quiso significar cuando extendió la mano a las demás fuerzas políticas, especialmente al PNV, para tratar de caminar unidos en la gobernabilidad de Euskadi (del Athletic y sus colores ya hablaremos la próxima semana).

Tras esta entrega simbólica del poder, el nuevo Lehendakari acompañado por los representantes de los ciudadanos en el Parlamento y demás autoridades asistentes al acto, han salido al exterior y, junto al histórico árbol, Patxi López ha pronunciado la tradicional promesa, de nuevo sobre el mismo ejemplar del Estatuto de Autonomía:

«De pie en tierra vasca,

bajo el árbol de Gernika,

ante vosotros,

representantes de la ciudadanía vasca,

en recuerdo de los antepasados,

prometo, desde el respeto a la ley

desempeñar fielmente mi cargo de lehendakari».

El texto de juramento que tradicionalmente han pronunciado los lehendakaris desde el primero, José Antonio Aguirre, el 7 de octubre de 1936, era el siguiente:

«Ante Dios humillado,

en pie sobre la tierra vasca,

con el recuerdo de los antepasados,

bajo el roble de Vizcaya,

juro cumplir fielmente mi mandato».

Es evidente que se avanza en el camino hacia la laicidad de la política. Ya era hora. La definición de Estado aconfesional que hace nuestra Constitución, permite que se vea como anacrónica la utilización de símbolos religiosos ante los que se jura o promete la asunción de los cargos públicos. Y esto debe ser así porque el poder político tiene su origen en la voluntad popular. No deviene de Dios y menos aún debe estar adscrito a confesión religiosa alguna, incluida la católica, por muy mayoritaria que sea en España. La separación entre política y religión, entre Iglesia y Estado, debe ser un hecho, y los símbolos ayudan a que esto se visualice así. "A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César", dijo Jesucristo. Y esto sí que es un símbolo de modernidad que el mismo Jesucristo ya previó con dos mil años de antelación, y que muchos integristas religiosos de hoy se niegan a abandonar. El cambio en Euskadi comienza bien.

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