martes, 4 de noviembre de 2008

La abuela

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Se ha ido al cielo para hacer el último sacrificio por su nieto y darle el empujón definitivo. Una abuela a la que las circunstancias de la vida la convirtieron en pilar de la familia, como muchas abuelas de antes y de ahora. Madelyn Dunham, 86 años, blanca, abuela materna del candidato demócrata a la presidencia de EE UU, Barack Obama, ha muerto de cáncer un día antes de ver a su nieto alcanzar el máximo "sueño americano", convirtiéndose -si lo consigue, como pronostican las encuestas- en el 44º presidente de los Estados Unidos de América y primer presidente de raza negra.

Ann, la madre de Barack, blanca de Kansas, se había casado con un negro keniano que les abandonó cuando el niño tenía dos años. Casada en segundas nupcias, vivía en Indonesia con su esposo Lolo, natural de este vasto país asiático compuesto por miles de islas. No quiso que el niño terminara siendo una isla humana más y pensó que lo acertado era que su hijo se formara en EE UU.
Allí estaba la abuela Madelyn, en Hawai, para hacerse cargo del chiquillo. Así comenzó todo. Se echó a las espaldas la crianza de su nieto cuando éste tenía 10 años. El niño era espabilado, con inquietudes. Asimilaba todo con rapidez. La abuela trabajaba sin descanso en un banco de Honolulú para que se educara como se merecía y pudiera salir adelante.


A pesar de la discriminación y las diferencias que persistían -y todavía existen- sobre los afroamericanos en el país de los sueños, la abuela sabía que sólo la educación hace libres a los hombres y a las mujeres. Y eso fue lo que se propuso Madelyn Dunham cuando se hizo cargo de su nieto Barack. Y a fe cierta que lo consiguió.

Ahora, desde allá arriba, le ayudará a conseguir el sueño deseado por su nieto, y, sin duda, los de tantos otros nietos que luchan por alcanzar sus particulares sueños desde situaciones igualmente difíciles.

Es un ejemplo paradigmático. Una fiel representante de miles y miles de abuelas que se desprenden de todo y luchan por sus nietos con el mismo ahínco. Madelyn, que Dios te bendiga..

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cómo me acuerdo de mi abuela! Con qué cariño me levantaba de la cama cuando yo era pequeñito para ir a la guardería. Nunca estaba enfadada. ¡Qué paciencia!
Seguro que desde el cielo me sigue dando cariño.

Anónimo dijo...

La labor de abuelas y abuelos de hoy no tiene precio. Cuando merecían estar descansando después de una vida llena de sacrificios y trabajo, resulta que los hijos se ven obligados a tirar de ellos para que les cuiden a los hijos de éstos, les lleven al colegio, al médico... No sé si merece la pena meterse en este mundo de estrés, trabajo, prisas, etc. y dejar que los niños crezcan con personas que no son sus padres, aunque es verdad que a falta de éstos, con quien mejor están es con sus abuelos.
Merecen nuestro reconocimiento.