Por qué un nombre tan exótico para un rincón tan acogedor y familiar, incrustado en el corazón del mundo rural de Cantabria, allí donde el verde esmeralda de los campos de hierba predomina sobre los demás colores con los que nos sorprende la naturaleza. Hace 19 años que Ramón decidió que 'Aloha' sería la palabra atrayente, aquella capaz de conciliar alrededor de una copa las diferentes formas de ser de sus convecinos y visitantes en el corazón del Valle de Guriezo. Una palabra hawaiana acogedora, que engancha porque con ella sólo se quiere decir 'bienvenidos'. Nada más y nada menos.
Café Aloha, un nombre sencillo, sin grandes pretensiones, rotulado en el faldón del toldo verde que, de acuerdo con el nombre del local, te da la bienvenida al establecimiento. Un espacio que ha transitado entre lo que antiguamente fue un garaje multiuso -cuánto sabe de ello doña Isabel, la madre de Ramón-, el paso por la estación de tasca, quizá la categoría de cafetería o, tal vez, el estatus de güisquería, ¿quién sabe? En todo caso, un lugar agradable donde todo el mundo te acoge familiarmente, te cuentan sus últimas inquietudes y te invitan... te invitan a acompañarles con una bebida, con una partida de cartas o quizá con un encuentro de fútbol en el que el Barça es el protagonista o el Madrid el favorito, porque no está el Racing como para tirar cohetes ni el Athletic para hacer soñar con grandes gestas a sus seguidores, ¡qué más quisiéramos!
Más hombres que mujeres pululan por el local donde el ejercicio de socialización se hace verdaderamente realidad. Se cuentan aventuras antiguas y recientes, comidas, cenas... proyectos futuros en los que han de converger invariablemente aquellos creyentes, como Aristóteles -qué lejos está y, sin embargo, qué cerca lo tenemos-, que el hombre es un ser social por naturaleza. Gentes, en todo caso, que huyen del aislamiento y trabajan por construir relaciones con los demás en un lugar donde los lazos sociales son la necesaria terapia contra el aislamiento individual capaz de galopar pronto hacia el conato de depresión.
Y, mientras tanto, Ramón -¿se da cuenta de lo importante de su función?- siempre se muestra dispuesto a servir a sus amigos y clientes aquello que le demandan. Y aconseja a Ángel el ron Barceló Gran Añejo, a Emilio la cerveza Golden, a Javier ese pacharán especial, Baines, Etiqueta Oro -qué dulce está el 'jodio' pacharán- mientras sufre disimuladamente la incapacidad del Barça, el club de sus amores, para ganar al Almería. ¡Cuidado! El Madrid se puede poner de líder.
Pena, penita pena que Ramón penará, allende los mares dice, en la Rivera Maya, pronto, muy pronto. Y no le importa que se apunten amigos al viaje, porque amigas ya se echará él allí. Conoce bien algunos mundos turísticos del otro lado del Atlántico. En aquellas exóticas tierras no necesitará el quar para surcar los caminos de montaña como hace aquí los días de asueto. La voluptuosidad no viaja en máquinas rudas como las que el timonel del Aloha utiliza para surcar los paisajes montañosos cantábricos en época de servicio. Aquellos lugares amerindos sólo necesitan de una nueva fuerza espiritual capaz de hacer realidad una feliz conexión.
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Cerca está ese momento. Hasta entonces háganme el favor de ser felices. Buenas noches... y buena suerte.
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