viernes, 19 de marzo de 2010

¡Viva la red!

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El Consejo de Ministros ha aprobado hoy la Ley de Economía Sostenible, con la que el Gobierno trata de dar carta de naturaleza al cambio de modelo productivo para España. Uno de los pilares básicos es la llamada 'Ley Sinde' contra la piratería en Internet. De este aspecto tan importante para la pervivencia de la red, y la libre utilización de los contenidos que se coloquen en ella, nada se ha hablado en la rueda de prensa posterior a la reunión del gabinete celebrada en Sevilla.




La norma, cocinada en el Ministerio de Cultura bajo la responsabilidad de la ministra Ángeles González-Sinde, va a ser de capital importancia para que la red siga existiendo. El conflicto de derechos entre la libertad de expresión y el derecho a la información por un lado, y el derecho a la propiedad intelectual por otro, está en el meollo de la cuestión. Pero lo fundamental es que los creadores y, sobre todo, la industria cultural, van a ver mermados sus ingresos dinerarios si continúan anclados en el sistema anterior a la existencia de la red.

El Gobierno español y los demás gobiernos deben plantearse seriamente si creen en Internet como la gran revolución cultural del siglo XXI o regresan a lo que ya es pasado, sometiéndose a las voluntades de algunos grupos de presión y de alguna industria multinacional del ramo. Por otra parte, es preciso cambiar de paradigma: la cultura como factor que eleva la dignidad de las personas nunca debe estar subordinada, como ahora ocurre, a la industria de la cultura. Debe quedar claro que lo sustantivo ha de ser el contenido del término 'cultura' y no el de la expresión 'industria' como nos han impuesto los poderes económicos. Se pueden conciliar ambos intereses y esa debe ser la tarea de la política, pero, en caso de conflicto, es absolutamente necesario que predomine el primer factor sobre el segundo para que la persona sea más libre.




En definitiva, es inevitable que la industria cultural y los creadores afectados piensen en acometer su propia reconversión -Internet es, precisamente, su gran oportunidad-, como ha ocurrido con otros muchos sectores de la economía en particular y de la vida en general. Para ello, si son precisas ayudas públicas habrá que ponerlas, como se ha hecho con otros sectores productivos a lo largo de los años.

Y, aprovechando la oportunidad, viene a cuento recordar que quien se postula como progresista no puede comportarse como conservador de sus privilegios cuando le afectan a su bolsillo, a costa de cerrar las puertas al imparable avance cultural de toda la sociedad. Entre otras cosas porque la creación pura no existe: la idea artística es un efecto del conocimiento, no es ciencia infusa que el Espíritu Santo o las musas graban en la mente del artista. El conocimiento es proceso acumulativo, es construcción, es modificación y valor añadido sobre lo existente. Un estudio teleológico del mismo nos llevaría a fechas cuatro millones de años atrás. No queremos regresar a la caverna de Platón donde las sombras pueden parecer la pura realidad, ni siquiera al ya pasado siglo XX. Inventemos, de nuevo, el Siglo de las Luces.

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