Eso fue... un descalabro deportivo en toda regla. El Real Madrid fue apeado de la Champions, el pasado martes, por el Olympique de Lyon, tras empatar a uno en el Bernabéu en el partido de vuelta de octavos de final. El equipo francés había ganado 1-0 en el partido de ida celebrado dos semanas antes en la ciudad gala. Una gran decepción se ha instalado en la familia madridista, y en otros muchos aficionados españoles al fútbol. Tenían la esperanza de ver a su Madrid en la final del torneo que, este año, se va a celebrar, precisamente, en el estadio del equipo blanco.
Pero de los reveses que da la vida también se aprende, y mucho. Pasado el disgusto tras tres días de tristeza, hay que reflexionar para volver a estar en lo más alto de la competición.
¿Qué enseñanzas debe sacar el club merengue para el futuro próximo? Primera, que de la historia no se vive en el presente. Las brillantes gestas futbolísticas del Real Madrid ya no coaccionan a los grandes equipos que hay en el mundo. No meten goles.
En segundo lugar, para que una empresa alcance grandes fines es preciso tener un gran equipo que esté muy bien estructurado y cohesionado. Las maravillosas individualidades sólo dan resultado si ponen todas sus capacidades al servicio de un proyecto colectivo.
En tercer lugar, un gran proyecto no puede cimentarse única y exclusivamente en el dinero. Son los valores quienes han de sustanciar el proyecto, y esto precisa de liderazgos capaces de transmitirlos.
Finalmente, la prensa especializada y demás medios de comunicación dan aire a todo lo que ocurre o puede ocurrir en grandes equipos como el Madrid. Miles de páginas y de reportajes audiovisuales se difunden día sí y día no. Después de todo, viven de ello, pero tampoco este juego es capaz de meter goles.
Así pues, aprender del fracaso es posible. Sólo falta poner un poco de voluntad y, sobre todo, ser realistas, tener siempre los pies en el suelo.
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