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Ha llegado la primavera y ni siquiera ha preguntado por la crisis. Ella cumple con su anual obligación sin tener en cuenta las preocupaciones de los mortales. Una explosión de luz, flores, pájaros, color... se ha instalado de nuevo entre nosostros.
¿Seremos capaces de abrir un pequeño hueco a nuestra angustia por los problemas económicos y desasosiego por las consecuencias sociales, y disfrutar un poquito de este milagro de la naturaleza? Preguntemos a los jilgueros cómo lo hacen año tras año. Observemos el discurrir decidido y cantarín de los arroyos que vienen a visitarnos repletos de agua procedente de las virginales crestas nevadas de las montañas. Hablemos con los cerezos en flor, tan sensibles a los avatares meteorológicos, y tomemos ejemplo.
Ellos nos regalan la misma lección permanentemente y, sin embargo, se dice que el hombre es la especie superior, la dominadora del mundo pero, a su vez, incapaz de sentir la felicidad que nuestro compañeros de viaje derraman todas las primaveras. ¿Conseguiremos, por fin, entender qué es importante en la vida? Al menos, volvamos a intentarlo.
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