domingo, 6 de junio de 2010

Gobierno de concentración... socialista, por supuesto

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Parece que alguien, por fin, se ha dado cuenta de la necesidad y urgencia del cambio. ¿Quién se ha dado cuenta? La sociedad española que lo manifiesta reiteradamente en las encuestas recientes (encuesta de Demoscopia para El País). El Gobierno no tiene suficiente peso político como para afrontar una crisis económica -transformada, también, en crisis política- tan grave como la que estamos pasando.
Lo decíamos en nuestros posts de 15 de abril de 2008 cuando titulábamos nuestra entrada como "Gobierno de círculos concéntricos", y del 7 de abril de 2009, que titulábamos "Zapatero remodela su gobierno".
La realidad se impone y, aunque estoy casi seguro de que el Presidente ya lo tiene en mente y lo va a dejar para la primera quincena de julio -una vez finalizada la presidencia europea y antes de acudir al debate sobre el estado de la nación previsto para mediados del mes próximo-, la verdad es que, en esta ocasión, no va a haber factor sorpresa presidencial.
En este sentido, el Presidente debería dar un verdadero golpe de timón en dos direcciones: en el plano puramente subjetivo, el personal, reposicionándose psicológicamente, tratando de 'crecer' como líder apoyándose en los políticos más brillantes del PSOE en lugar de hacerlo en los más grises, tecnocráticos, plegables, independientes (no militantes)... El otro sentido del golpe de timón debe dirigirse -apoyándose, también, en los políticos 'pata negra' del Partido, a pesar de que en su día hayan tenido alguna discrepancia puntual que les haya distanciado- para tomar decisiones firmes, fiables, en favor de la sociedad, sin mirar al corto plazo electoral, pero sin renunciar a los principios esenciales del socialismo democrático.
El PSOE, como partido socialdemócrata que es, debe basarse en esos valores que lo han guiado siempre en su devenir histórico y aplicarlos a la acción política con responsabilidad, sin consentir que los mares turbulentos de los mercados, pongan al pairo la nave de la gobernación del país. Y si se pierden las elecciones que se haga con la conciencia tranquila de haber aplicado los valores y señas de identidad socialistas, y no ser meros sucedáneos de la derecha y quienes les hacen el trabajo sucio. Los frutos electorales vendrán después. Tal vez pasados ocho años, pero vendrán.
Mientras tanto, el Presidente debería pensar en recuperar a políticos que han demostrado su buen hacer allá donde tuvieron responsabilidades, y supieron estar presentes y explicar a la sociedad sus actuaciones. Y me estoy acordando ahora de personas tan relevantes en el PSOE, y con tanto prestigio internacional, como Javier Solana que, tal vez, hiciera el sacrificio personal de volver y echar una mano durante un par de años en la dirección de la política exterior de España. Josep Borrell, el único que supo ganar una nominación a candidato mediante referéndum interno -los militantes no lo olvidan- y cumplió con nota excelente en los puestos de gobierno que fueron de su responsabilidad. Manuel Marín, un hombre de ideas, con gran experiencia política y muy buen conocedor de la UE y las relaciones internacionales, prudente, muy respetado y querido por todos los españoles. Jesús Caldera, quizás el político semijoven del socialismo español actual más preparado y buen comunicador de las cosas de la gobernanza; el hombre que ha implantado el cuarto pilar del frágil, todavía, estado de bienestar español, la Ley de Dependencia.
Otras personalidades relevantes también debieran contar, entre ellos Fernando López Aguilar, un político muy sólido, buen constitucionalista, con ideas siempre claras, con dotes especiales para explicarlas y para afrontar debates de fondo. Ramón Jáuregui, un hombre con experiencia en la dura política autonómica vasca, que también tiene especiales virtudes para pactar, para consensuar con otros grupos parlamentarios, con otras organizaciones políticas y sociales y con curriculo en la gestión de temas laborales. Gente de partido como Pedro Zerolo, un hombre que ha batallado duramente para materializar el principio de igualdad, fomentando el desarrollo de nuevos derechos para los ciudadanos...
No me olvido de gente que sigue en el Gobierno y está bien considerada por la opinión pública: ahí tenemos a Alfredo Pérez Rubalcaba, un gran político como se ha demostrado en todos los múltiples cargos que ha desarrollado, siempre con brillantez, que podría ser un buen y único vicepresidente. José Blanco, que tiene un gran peso y poder en el Partido y se ha convertido en un excelente ministro de Fomento. Trinidad Jiménez, que ha madurado mucho después de pasar por el Gobierno. Quizás Carme Chacón, aunque la veo mejor reorganizando el PSC, ayudando a que el socialismo catalán, que tiene su base electoral en los antiguos emigrantes del resto de España, salga de ese señuelo "catalanista-pseudonacionalista" por el que discurre (o, al menos, lo parece).

¿Y por qué no, intentar que personas de izquierdas como Gaspar LLamazares se suban al carro de la gobernabilidad de España en el Consejo de Ministros? Difícil, pero no imposible, si se explican las cosas bien a IU, a ERC, al BNG, incluso al PNV.
Pero, en todo caso, es esencial no volver a cometer errores como los que se han producido. Por ejemplo, dejar que se pudra la renovación del Tribunal Constitucional, o la caída del juez Garzón, o la desidia en el impulso necesario para la aplicación de la llamada Ley de la Memoria Histórica.
En cuanto a nombramientos, fue un error que un partido de izquierdas apoyara a un presidente conservador, el portugués Durao Barroso -que también estuvo en el grupo de Las Azores- para volver a dirigir la Comisión Europea (amigo Jacques Delors, cuánto te echamos de menos). Junto a Joaquín Almunia -por citar a alguien de aquí-, no se enteró de la crisis que se nos venía encima, ni de las cuentas falseadas que presentaban los gobiernos griego y húngaro (y quizá otros como Italia, "manejadora" experimentada de estos métodos). Y no quiero entrar en la pésima gestión de la nonata Constitución europea ni de la difícil implantación del devaluado Tratado de Lisboa. Lo sorprendente es que ambos han visto reforzada su posición política en la UE (!)
Olvidarse de apoyar para puestos de gran relevancia internacional, como lo es el FMI, a personas como Rodrigo Rato, la "eminencia gris" de la economía española de derechas -vaya economista que lo primero que hizo cuando saltó a la arena política en el PP fue vender la cadena de radio de su familia porque no supo hacerla viable, y luego, siendo ministro de Economía, vender las joyas de la corona de los españoles-, que tampoco se enteró de la misa la media desde su escaparate privilegiado de la economía mundial y, para más inri, abandonó el barco de máximo responsable en el FMI -igualito, igualito que el Capitán Araña- cuando más se le necesitaba. Y, encima, se le premia con la presidencia de Cajamadrid. ¡Pobre Caja!


No volver a cometer el error de nombrar para Presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ a un magistrado conservador de toda la vida, rayando con las fronteras del integrismo que representa el Opus Dei del que es miembro relevante. Todavía no hemos visto ningún cambio significativo en la Administración de Justicia. Ni se le ve ni se le espera.
¿Y qué me dicen del Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez -alias MAFO-, un neoliberal que trata de ejercer más de ministro de Economía, de Trabajo y de Seguridad Social que de poner orden en el maltrecho y maxi-subvencionado -con el dinero de todos, por supuesto- sistema financiero español, que es una de sus competencias esenciales? Los bancos reciben dinero del Banco Central Europeo al 1% de interés, y lo dedican a negociar en los mercados de deuda soberana para sanear sus balances -obtienen rentabilidades del 5 y 6% sin arriesgar ni mover el "parné"- en vez de hacerlo fluir en forma de créditos hacia las empresas, en especial hacia las PYMES, que son la base del sistema productivo español. Y cuando hacen alarde de su generosidad y conceden algún crédito aplican intereses que, en algunos casos, superan el 12%, como ocurre con los préstamos al consumo que reciben algunos consumidores, eso sí, tras presentación de múltiples garantías. Una auténtica inmoralidad.
¿Qué opinar del nombramiento del presidente del Consejo de Administración de RTVE, Alberto Oliart, con más de 81 años? "No sé nada de televisión", fue lo primero que dijo al conocer su nombramiento. Y, sin embargo, se estaban despidiendo a extraordinarios profesionales de la casa con 52 años de edad.
Se podrían citar algunos ejemplos más que han constituido verdaderos despropósitos. Esto no puede volver a ocurrir.
Y después del cambio de Gobierno ¿qué? Pues después, muy sencillo, gobernar pensando más en los ciudadanos y menos en los "tiburones" de las finanzas mundiales. De eso hablaremos en otro post... pronto, muy pronto.

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