Por Edurne Bárcenas (16 años) y Arantza Unzueta (15 años)
¿Por qué los hijos no soportan a los padres? ¿Por qué al alcanzar una edad determinada les contestan agresiva y rotundamente?
La relación que une a padres e hijos hoy en día es cada vez más incierta. Cuando los hijos llegan a la pubertad, la forma de ser de estos cambia, ya que están formando su personalidad. Los adolescentes se sienten incomprendidos totalmente por sus padres, porque siempre se ven limitados por las órdenes recibidas y lo que verdaderamente anhelan es la superación de los límites impuestos.
Y ahora vienen las respuestas a la pregunta que todos los adultos se hacen continuamente:
¿Por qué esa actitud?
Los adolescentes dejan de confiar en sus padres, como hicieron antaño, porque forman un grupo de amigos, en los que, al estar constituido por personas de su misma edad y condición, se sienten arropados y comprendidos, ya que comparten las mismas inquietudes, valores, pensamientos, aficiones...
Los padres repiten constantemente a sus hijos lo que deben y no deben hacer, llegando al punto de resultar bastante cargantes, con lo que lo único que se consigue es que el hijo pierda los nervios y conteste inadecuadamente.
Otros ejemplos que afirman la tesis de "padres inaguantables" es la actitud retrógrada de los adultos:
- A las 10:30 de la noche en casa.
Con dieciséis años, a las 22:30 a casa, un sábado por la noche... Cualquier adulto que lea esto podrá pensar: "Lo más normal para esa edad" ; de otra manera, un adolescente replicará: "Los tiempos han cambiado, ahora lo normal es llegar a la una de la madrugada".
Los padres velan por la seguridad de sus hijos con demasiada insistencia.
Con los estudios, otro tanto. Existen dos ramas: los que están todo el tiempo encima de sus hijos para que estudien, consiguiendo la desesperación de ambos y, luego, los que pasan olímpicamente de ellos.
Ninguna de las dos ideas es buena, y tanto una como otra pueden llegar a la decadencia en los estudios del alumno. En mi opinión, con los castigos y las agresiones tanto físicas como psicológicas, no se llega a la motivación del estudiante. Con afecto, comprensión, y un buen diálogo se puede subir la moral del hijo y conseguir hacerle entrar en razón, aunque hay que recalcar que esto no es posible en todos los casos.
También convendría citar la intención de los padres de hablar de sexo con sus hijos. Esto a los adolescentes les incomoda sobremanera, porque reciben demasiada información por otros medios, como el colegio, los medios de comunicación públicos, en la calle misma..., cuando, ante esta situación, los padres prefieren proporcionar esta información a sus hijos de manera directa, ignorando la reacción de los adolescentes.
Esperamos que esto sirva para que ustedes, los adultos, recapaciten, ya que el texto que leen está escrito por dos adolescentes de dieciséis y quince años que pueden contar en primera persona lo que sentimos en esta difícil edad, etapa de la vida que los padres nos van complicando cada vez más. Tomen nota, "papitos".
8 comentarios:
El modelo de familia impuesto desde el poder, es el de un grupo de iguales, de amigos, de colegas diríamos con lenguaje de la calle. Pero un padre -una madre- y un hijo no son iguales: ni en derechos ni en deberes, ni por el papel social, ni por la experiencia.
Muchos padres caen en la afectividad fácil e inmediata, huyendo de la corrección como instrumento básico en la educación del hijo.
xabier. estoy hasta los blanquillos
Getxue: ese comentario está desfasado, pertenece a una generación que a tratado así a los hijos y ya se ha visto que es un fracaso.
Hoy, en educación de vanguardia se sabe que es
dificil, que cada hijo es diferente, que hay que transmitir valores, que los hijos y los padres no somos colegas, ni amigos y que éstos se encuentran en la calle, no en casa.
La auténtica educación es la que transmite el respeto entre las personas, el tener muy claro que los hijos tienen derecho a su propia vida, que los hijos no nos pertenecen, son dueños de su propia vida y no están para cumplir nuestros sueños o frustaciones. No debemos tener unos objetivos y unas metas para ellos, que ellos las busquen... tampoco podemos dejar que ellos sean dueños de nuestras vidas, no podemos ser sus esclavos, no podemos basar nuestra felicidad solo en ellos.. Todos somos seres individuales que caminamos juntos, nos apoyamos pero no interferimos. Solo así tendremos una vida y una convivencia razonablemente féliz.
Ni padres castradores, ni hijos tiranos.
Hoy la educación se sabe que no és ni el autoritarismo transnochado ni la permisividad absoluta. Buscar el equilibrio, dar ejemplo de comportamiento ante la vida, poner límites, imponer normas, que sepan que no solo tienen derechos, tambien obligaciones (estudiar, colaborar en las tareas comunes y hacerse en lo posible las propias, etc.), que tengan sus traumas y frustaciones que tambien son buenas, que sepan afrontarlas y será más fácil su vida, estarán más preparados. No hacer su vida tán fácil, porque serán personas débiles, no les hacemos ningún favor. Es dificil para todos, pero tenemos que aprender.
Para Edurne y Arantza: no os preocupeis, la adolescencia es una enfermedad, que se cura con la edad (es broma, claro) , sobre todo se hace más llevadera con el respeto por ambas partes, padres e hijos y con la comunicación, hablar mucho y de "todo", si, incluido el sexo. No tienen que existir los tabus, se puede y debe hablar de todos los temas.
Los padres tenemos que evolucionar con los tiempos, porque también son los nuestros, estando al día en temas en general, cultura, música y en particular los movimientos actuales en cuanto a comportamientos sociales y estilos de vida. Así nuestros hijos confiarán en nosotros, no nos verán como seres obsoletos y ya caducados.
No es cuestión de complicarnos la vida los unos a los otros. Seamos positivos.
Una de las principales dificultades que experimentan los padres cuando observan a sus hijos deriva de sus deseos de intervenir en su comportamiento. Si usted quiere que su hijo se comporte "adecuadamente", recuerde que una intervención desafortunada sólo puede conseguir un comportamiento indeseado.
Chicas, como adolescentes que fuimos, y aún seguimos siéndolo, o eso nos gustaría. Y como madres que también somos, eso no lo creemos, lo evidenciamos todos los días y todas las NOCHES. Os comprendemos y nos gusta como afrontáis la vida. Suerte.
¡Ah, conocemos a tu madre y también a tu padre, a ese dale caña!
Celia y Marta
A Celia y Marta:
Dando caña al padre no se fomenta el valor de la igualdad en los adolescentes.
Yo también conozco a los padres de vuestros hijos y estoy seguro de que ellos también se levantan por las noches a atender a sus niños porque cada vez les veo con más ojeras.
¡Ah! Creo recordar que vuestros sufridos maridos al menos cocinan bien. Mejor que vosotras, sin duda. De eso doy fe.
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