Siempre pasa lo mismo. Quienes disponen de menos recursos acaban siendo los más afectados. En esta ocasión se trata del aceite de girasol. Una partida proveniente de Ucrania se ha encontrado contaminada con productos de hidrocarburos.
Francia ha advertido a los países de la UE y España, a través del Ministerio de Sanidad y Consumo, ha paralizado su venta en supermercados y tiendas.
Ahora parece que la cosa no era para tanto. El peligro sanitario es mínimo. Se están analizando las diferentes marcas que comercializan el aceite de girasol para intentar detectar cuáles están contaminadas, pero todavía no se ha publicado el nombre de ninguna marca afectada.
Estamos ante uno de los efectos negativos de la globalización. Se importa un producto desde un país del que desconocemos qué tipo de controles sanitarios aplica en estos casos. La inseguridad se siembra por todos los lugares del mundo que compran el producto y la contaminación puede acabar generalizándose.
El riesgo ha dejado de ser local para convertirse en global. El paraguas del estado-nación al que nos habíamos acostumbrado ya no nos protege de forma tan directa, porque sus controles no alcanzan a otros estados. El sociólogo alemán Ulrich Beck ha estudiado este fenómeno en varios ensayos (La sociedad del riesgo global, Madrid, 2000).
Tendremos que estar muy atentos a estas nuevas realidades peligrosas que se generan en lugares lejanos, pero terminan por afectar, incluso, a las sociedades teóricamante más protegidas y avanzadas. Son los riesgos de la globalización.
Francia ha advertido a los países de la UE y España, a través del Ministerio de Sanidad y Consumo, ha paralizado su venta en supermercados y tiendas.
Ahora parece que la cosa no era para tanto. El peligro sanitario es mínimo. Se están analizando las diferentes marcas que comercializan el aceite de girasol para intentar detectar cuáles están contaminadas, pero todavía no se ha publicado el nombre de ninguna marca afectada.
Estamos ante uno de los efectos negativos de la globalización. Se importa un producto desde un país del que desconocemos qué tipo de controles sanitarios aplica en estos casos. La inseguridad se siembra por todos los lugares del mundo que compran el producto y la contaminación puede acabar generalizándose.
El riesgo ha dejado de ser local para convertirse en global. El paraguas del estado-nación al que nos habíamos acostumbrado ya no nos protege de forma tan directa, porque sus controles no alcanzan a otros estados. El sociólogo alemán Ulrich Beck ha estudiado este fenómeno en varios ensayos (La sociedad del riesgo global, Madrid, 2000).
Tendremos que estar muy atentos a estas nuevas realidades peligrosas que se generan en lugares lejanos, pero terminan por afectar, incluso, a las sociedades teóricamante más protegidas y avanzadas. Son los riesgos de la globalización.
2 comentarios:
Los consumidores seguimos estando muy desamparados en España. Las leyes siguen favoreciendo a las grandes marcas, las grandes superficies... Y los consumidores pobres, los de rentas bajas, no se atreven a protestar porque no disponen de medios para ello y, por eso, no les hace caso nadie.
Lo que me preocupa del girasol es que, atraído por los cantos de sirena del desarrollismo, intente ser alternativa a la energía del petróleo y deje su función alimentaria para convertirse en biodiesel.
Los menos pudientes tendrán que dejar de consumir aceite de girasol
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