El Papa Benedicto XVI visita esta semana Estados Unidos. El Presidente George W. Bush lo ha recibido al pie de la escalerilla del avión, haciendo una excepción.
Ya están juntos Dios y el César, el emperador religioso y el emperador político.
¿Qué pretende el Papa con esta su primera visita al centro del Imperio? Las informaciones oficiales dicen que hablar del terrorismo internacional, especialmente el islamista, hablar del hambre en África, los derechos humanos, el relativismo moral en el mundo moderno y desarrollado... Sin embargo, cuando el emperador espiritual y el terrenal se reúnen es preciso dejarse llevar por la sospecha, porque sus respectivas vocaciones de poder totalitario están ínsitas en sus respectivos proyectos imperiales.
Recordemos que las reuniones del presidente Reagan y el Papa Juan Pablo II generaban noticias que iban en línea con las obviedades y generalidades políticas de entonces. Sin embargo, detrás de todo esto se encontraba un proyecto político tangible y muy concreto: la destrucción del bloque soviético. En ello empeñaron todo su afán, comenzando por Polonia. Y... lo consiguieron, aunque Reagan no pudo saborearlo como presidente de EEUU.
Así pues, nada impide pensar que detrás de las buenas intenciones difundidas para consumo externo, existan otros asuntos menos prosaicos a tratar por ambos mandatarios.
Podrían ser cuestiones como, por ejemplo, seguir manteniendo la tensión e incluso "el choque de civilizaciones" -recordemos a Samuel P. Huntington y su conocido ensayo El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (Paidós, 1997)- personificado en las guerras de Afganistán, Iraq y palestino-israelí, guerras ilegítimas (¿alguna puede considerarse legítima?) en algún caso, con cientos de miles de muertos.
Otro asunto buscado por el pontífice podría ser el perdón de la grey católica -más de 70 millones de fieles- por los muchos delitos de pederastia cometidos por el clero norteamericano. Pero sobre todo, en este aspecto, negociar con el César el perdón -¿perdonarán también las víctimas?- o, al menos, las correspondientes rebajas de las multimillonarias indemnizaciones que la Iglesia estadounidense ha de satisfacer a los afectados por tales actos delictivos. Seguramente no nos equivocamos si pensamos que no ha viajado el padre santo a EEUU para levantar la tierra que la Iglesia católica echó encima de los clérigos delincuentes, acción protectora que les permitió salir indemnes de penas por estos actos criminales. Ya se sabe: "tú me perdonas, yo te perdono".
Y, de paso, una vez recibido el perdón -¿habrá propósito de enmienda?-, por qué no recaudar alguna limosna de los fieles norteamericanos, muy practicantes ellos, la primera iglesia nacional en aportación de fondos a las arcas del Vaticano que, tal vez, se encuentren exhaustas. Ya se sabe que la rica Europa cada vez está más alejada de Dios, la gente no acude a los templos, y la cesta no recauda como antaño. Aquí está el relativismo moral..., pero sobre todo, el relativismo económico.
En fin, algunos principios se mantienen: primero la espada y después la cruz. Pero qué lejos estamos aún de aquella máxima de Jesucristo que formuló por primera vez la laicidad de la cosa pública: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
2 comentarios:
No cabe duda de que el Papa ha ido a EE.UU. a algo más que a pedir perdón por los delitos de pederastia del clero norteamericano, y a algo más que a pedir dinero. El Vaticano tiene una diplomacia muy experimentada y nunca tiene prisa. Algún asunto importante hay detrás de esta visita. Lo veremos con el tiempo.
Como siempre, la Iglesia pedirá perdón dentro de 100 años. Ya no será necesario.
Lo correcto es que quienes hayan delinquido paguen sus culpas como los demás mortales, incluidas las indemnizaciones fijadas.
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